Hélices

miércoles, 11 de julio de 2012

Pecados capitales 3: Gula.


Estoy delante de una mesa redonda, es de madera y está pintada de color nuez, un mantel grisáceo la cubre, es antiguo pero limpio y el viento lo hace bailar. La mesa está repleta de alimentos que me llaman y me susurran despacio que debo ingerirlos. Primero me fijo en las fresas, rojas y ásperas, dulces por fuera y acidas por dentro, cierro los ojos y muerdo una, vuelvo a morderla, y otra vez más dejando solo el pedículo y los sépalos. Me acuerdo de los saltos desde el acantilado, de las montañas rusas, creo que también me acuerdo ligeramente de ti. Miro a otro plato y encuentro una mazorca, la cojo y empiezo a devorarla, me mancho pero no me importa, no sé qué es exactamente lo que estoy haciendo pero sigo teniendo hambre y esta vez me acuerdo del invierno, de la lluvia, del frio, de las tardes enfrente de la chimenea, de los días cortos y las noches largas, y supongo que de ti. Me llevo a la boca un trozo de queso,  tres uvas y una cuchara de sopa, esta vez me acuerdo de los ciervos, de las liebres y de los lagartos que ocupan las paredes blancas en verano, y posiblemente también de ti. Le doy un sorbo al gazpacho, muerdo una alita de pollo y engullo un chorreón de miel, me acuerdo de la playa, del aire y de los hielos que hacen sonar el cristal de las copas al chocar con ellas, vuelves a visitar mi cabeza que ya tanto te conoces. Cojo la botella de vino y me la bebo de un trago, creo que ya no me acuerdo de ti, de hecho creo que empiezo a no acordarme de nada, huele bien pero creo que yo huelo mal, me acuerdo de mi.


Charlie.